Florentino Ameghino

Lugar y fecha de nacimiento: Luján, Provincia de Buenos Aires, Argentina 18/09/1854

Lugar y fecha de defunción: La Plata, Buenos Aires, Argentina 06/08/1911

Disciplina de incorporación: Paleontología

Campo de la Ciencia – especialidad: Paleontólogo, antropólogo

Nacido en Luján el 18 de septiembre de 1854 (aunque otras fuentes dan como lugar de nacimiento Oneglia, prov. de Génova, septiembre de 1853); murió en la ciudad de La Plata el 6 de agosto de 1911.

Concurrió a la escuela del pueblo natal, donde tuvo por maestro a Carlos d’Aste, a quien sorprendió la precocidad del alumno y su curiosidad por saber y comprender. En Luján había vivido muchos años Francisco Javier Muñiz, cuyos descubrimientos paleontológicos conservaban una tradición local y quizás por eso comenzó a observar los fósiles de las barrancas, para los cuales no hallaba explicaciones en sus maestros. Gracias al interés del maestro Carlos d’ASte, fué a Buenos Aires, aprendió francés, con lo que pudo leer las obras de Lyell y Burmeister, e ingresar en la Escuela normal de preceptores, donde obtuvo el titulo de maestro elemental.

En 1869 fué nombrado Subprefecto en Mercedes, región próxima a Luján, y eso le permitió continuar sus trabajos de autodidacta en ciencias naturales. Se había preparado para ello con sus lecturas y sus visitas al Museo de historia natural que dirigía Burmeister. Sus primeros trabajos le valieron burlas y cierto desdén de Burmeister, pero ningún contratiempo le hizo renunciar a su pasión. En 1871 comenzó a escribir una obra que terminó en 1875 y publicó en 1880, La antigüedad del hombre en el Plata.

Ingresó por entonces en la Sociedad Científica Argentina, que se había creado a iniciativa de Zeballos; envió muchas comunicaciones a esa Sociedad; publicó un trabajo sobre los restos del hombre y de su industria y sobre osamentas de animales cuaternarios cerca de Mercedes en el Journal de Zooloqie (1875) de Gervais. La Sociedad Científica Argentina premió su memoria sobre El hombre Cuaternario en la pampa (1876); comenzaron a llegarle estímulos de hombres como Zeballos, Lista, Moreno, Fontana, Holmberg. Se decidió entonces a emprender un viaje a Europa, llevando sus colecciones y varios manuscritos para hacer frente a los gastos de viaje.

Expuso sus hallazgos en la Exposición de París; trabó relaciones y amistades con los naturalistas europeos más famosos; escribió varios trabajos que llamaron la atención en revistas especializadas de Estados Unidos y de Francia; presentó varias memorias al Congreso de antropólogos de Paris (1878) y al de americanistas de Bruselas (1879). Redactó en colaboración con Gervais Los mamíferos fósiles en la America meridional (1880) y logró dar a luz sus primeras dos obras de conjunto: La formación pampeana (370 págs.) y La antigüedad del hombre en el Plata (dos tomos de 600 páginas con 25 láminas grandes y 700 ilustraciones menores) (1880-1881).

Volvió al país en 1881 mundialmente consagrado como un antropólogo y geólogo de méritos excepcionales. Al fallecimiento de Carlos Berg fué nombrado director del Museo de Historia Natural (1902). Dictó cátedras de su especialidad en las universidades de Córdoba (1884), de Buenos Aires y de La Plata.

Su hermano Carlos le secundó en sus exploraciones y recogió muchos materiales geológicos y paleontológicos. Las censuras de sus adversarios no le desanimaron nunca, y las dificultades económicas para proseguir sus trabajos tampoco le hicieron interrumpir las tareas a que se había consagrado la vida. Para ayudarse, el maestro de escuela de Mercedes se hizo librero en Buenos Aires. Escribiõ obras como Filogenia (1884), una síntesis cosmogónica como Mi credo (1906), El origen del hombre (1907), El origen poligénico del lenguaje, obra póstuma, incompleta. Después de su muerte se hizo una edición oficial de sus escritos y de su correspondencia científica, en veinte volúmenes, bajo la dirección de Altfredo J. Torcelli (La Plata, 1913).

Juan B. Ambrosetti escribió estas palabras: «Ameghino no fué solo un sabio de gabinete. Desde su iniciación fué un verdadero explorador, y este contacto del hombre con la naturaleza, desarrolló en él ese profundo espíritu de observación y esa facilidad de lógica asociación de ideas que le permitieron desarrollar sus vastas concepciones. Nuestras pampas primero, los yacimientos prehistóricos de Chelles en Francia, después, sus viajes a Monte Hermoso y Patagonia, Mar del Plata, Necochea, etc., más tarde le proporcionaron tal caudal de datos y tal maestría en la ciencia de ver y darse cuenta rápida de las cosas, que no necesitaba, ya en los últimos años, mucho tiempo para poder formarse una idea de conjunto y relacionar los hechos con precisión admirable. Su vasta ilustración, poco común, le fué de gran valor para la elaboración de sus ideas, en las que siempre se reveló dotado de una ecuanimidad y amplitud tales que lo segregan del núcleo de los especialistas estrechos, como alguna vez se le llegó a considerar. La obra de Ameghino no ha sido la de un especialista; es Obra de filósofo, y empezando por su Filogenía y terminando por sus estudios sobre las formaciones sedimentarias y el hombre fósil, el sabio nos presenta ya leyes de la evolución, ya comprobaciones de esas leyes en diversas series de animales, o en el hombre mismo, o, por fin, el cuadro grandioso de la evolución, dispersión y emigración de las faunas extinguidas a través de remotisimas edades y de continentes ya totalmente o en parte desaparecidos»

Su doctrina, por la que luchó con tenacidad toda la vida y en favor de la cual reunió y estudió materiales ingentes, afirma que el hombre tiene un origen americano, y que el territorio argentino o alguno muy próximo a él ha sido la cuna de la especie humana, y que de ella arrancaron las migraciones que poblaron los demás continentes. Sus estudios paleontológicos, geológicos y estratigráticos tienden a probar esa tesis. Ulteriores investigaciones han demostrado que las capas geológicas consideradas por Ameghino como muy antiguas, eran relativamente más jóvenes, y que el grado de parentesco entre la fauna sudamericana y la de otros continentes no existe. Pero no obstante ello, el alto significado del esfuerzo hecho no disminuye.

Era un evolucionista apasionado, doctrina no aceptada entonces por todos los naturalistas y a esa actitud se debe la posición poco amistosa de Burmeister; también fué causa del rechazo de un trabajo suyo en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, después de dictaminar al respecto Francisco P. Moreno y Carlos Berg. Milcía­des A. Vignati, en un homenaje de la Academia Nacional de la Historia (19 de sept. 1943) dijo de Ameghino: «Hay que Saber ponderar lo que significa su labor descriptiva. Faunas enteramente desconocidas son dadas a conocer. El subsuelo patagónico y de Paraná vuelcan sus tesoros y los seres extinguidos en el Cretáceo y todo el terciario adquieren personalidad. Son miles de especies, centenares de géneros y de familias que deben a Ameghino su incorporación a la ciencia. Son docenas de monografías dedicadas a este solo efecto, sin desperdicios polémicos ni disgresiones teóricas. Entre ellas se destaca «Los mamíferos fósiles de la República Argentina», obra única en su género, monumento máximo de la labor del sabio. Más de mil páginas y un atlas con un centenar de láminas, todo a gran formato, resumen el resultado de sus investigaciones hasta la fecha de su aparición. El nombre de Ameghino está hecho y nadie discute ya su gran capacidad de trabajo, su saber inmenso, su abnegación sin límites. Ha tomado de los grandes maestros contemporáneos la forma de la diagnosis y describe a la manera de Cope y Owen, de Flower y Lydekker, de Gervais y de Zittel, los más destacados paleontólogos de enton- ces. No se adelanta a su época y, por ello, su obra taxonómica contiene los mismos errores propios de la escuela paleontológica de entonces, así el considerar las variaciones de tamaño como representación de especies distintas, cuando sólo son consecuencia de la diferenciación sexual o, por otra parte, no hacer intervenir el polígono de variación de formas en sus clasificaciones específicas. No olvidemos que Ameghino es un símbolo. Su gloria no disminuye por las partes caducas de su obra, está por encima de todas las reservas de la critica y de los embates de las pasiones. No fué un sabio del saber enciclopédico como Burmeister, desbordante de cultura clásica e invulnerablemente acorazado en su ortodoxia científica y religiosa; ni un naturalista literato como Holmberg, chispeante de ingenio y fino aticismo, que no tenía a menos versificar y que aun en prosa hacía poesía; ni un biólogo de la talla de Gallardo, de sólido saber universitario que le permitía afrontar con igual preparación el estudio de la división celular como las leyes de la herencia, la taxonomía de las hormigas como la anatomía de un cetáceo; ni fué un arriesgado explorador como Moreno, en el que la intrepidez de la idea sólo era superada con la tenacidad en la realización; ni un exhumador de pueblos desaparecidos como Ambrosetti, en quien la perspicacia ingénita relegó al entendimiento adquirido, todos ellos sus émulos y contemporáneos ilustres, pero fué tan grande como ellos porque siempre supo aunar en el rasgo descriptivo la chispa luminosa de una idea y porque la osadía de sus tesis fueron fruto natural de su labor ciclópea».

Ameghino habría nacido, según documentos, en Oneglia, Italia. Al respecto se ha discutido ampliamente, llegando en general a la conclusión de que el lugar de nacimiento es secundario, pues su vida y su obra pertenecen a la Argentina.

Ver A. J. Torcelli: La nacionalidad de Ameghino (La Plata, 1916), Víctor Mercante y Juan B. Ambrosetti: Vida y Obra de Florcntino Ameghino (1913); Leopoldo Lugones: Elogio de Ameghino (1914); José Ingenieros: Las doctrinas de Ameghino (1919). La bibliografía sobre la vida y la obra de Ameghino es ya considerable. Merece especial mención Ameghino, una vida heroica, por Fernando Márquez Miranda (Buenos Aires, 1951); Ángel Cabrera: El pensamiento vivo de Ameghino (1945); Bernardo González Arrilli: Vida de Ameghino (Castelloi, Santa Fe, 1954); «Ciencia e Investigación», mayo de 1954, con trabajos de José Babini, Fernando Márquez Miranda y Armando F. Leanza.

Extraído de: Fide Gran Enciclopedia Argentina. Ed. Ediar, 1957.

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